miércoles, 27 de mayo de 2015

Bitácora N° 16: Hora de correr

Es una tradición legendaria para los alumnos de la promoción en nuestro colegio realizar un recorrido casi heroico desde el convento de San Agustín hasta las puertas de nuestro colegio. Desde que comenzó el año, debo confesar, me sentía con miedo y nervios a la vez, conociendo mi capacidad física pensaba que nunca podría hacerlo. Nunca pude estar tan equivocado en toda mi vida.

La preparación

Recuerdo que desde la primera clase de educación física profesores como Jorge Tong vaticinaban el evento, lo difícil que sería, la responsabilidad de la promoción de hacerlo, entre otras cosas. Me empezaba a sentir presionado. Así fue como, en un martes de tutoría de cuarenta minutos, toda la promoción se reune en la sala de audiovisuales para que nos puedan dar las especificaciones de la carrera. Hubo un gran giro, inesperado y que por suerte me dio cierto consuelo, la carrera no sería desde el convento, sino que desde el Pentagonito. La distancia era un poco más corta, lo que despertó un obvio sentimiento de discrepancia entre las personas más deportistas (o egoístas) que sabían que podían correr la primera distancia planteada. 

A partir de ahí, comenzó la preparación. Todos los martes en horas de educación física nos dedicábamos a correr por todo el colegio; como para ir adaptando nuestro cuerpo, nuestros zapatos, y nuestra mentalidad para la carrera, algo que de hecho me pareció una buena estrategia para empezar. Comencé flojo, no hacía actividad física constante desde las vacaciones de verano, mi cuerpo se sentía pesado y desganado. Pero poco a poco me fui soltando, obteniendo más resistencia, todo andaba mejor.

Llegó la hora

Una semana antes del 23 de Mayo, todos estábamos muy emocionados. De hecho, yo también, aunque no podía evitar sentir miedo todavía. Los días fueron pasando, la ceremonia de inauguración de las olimpiadas estaba cada día más cerca. Mis zapatillas estaban listas, limpias y en perfecto estado, listas para los más de 5 kilómetros que iríamos a recorrer el sábado.

La cita era a las 10 de la mañana, así poco a poco todos fueron llegando, y cuando ya todos estábamos ahí, solo nos quedaba esperar a los directivos, quienes abrírían la ceremonia. Habiendo llegado ellos, se pasó a empezar con la ceremonia. Nunca me había tomado tan en serio una ceremonia en la que todos buscaban motivarnos a acabar la carrera, muriendo o no en el trayecto. Es así como todos nos formamos, con dirección a dar la primera vuelta al pentagonito. Traté de empezar tranquilo, tratando de ir a mi ritmo pero sin perderme, algo que a la larga dio resultado al ver a todos mis otros compañeros ya agitados.

Como jugando, ya habíamos recorrido todo el Pentagonito, no sé como lo hice pero tuve una de las mejores sensaciones que jamás he tenido, lo estaba logrando. Aunque faltara todavía un buen tramo, yo me sentía con energías, ni necesidad de tener agua tuve, y seguí adelante. A veces me pregunto ¿Podrá la emoción llevarnos a romper paradigmas acerca de nuestras verdaderas capacidades? Digo esto porque, el ambiente era tal, que ignoraba todo lo que se atravesaba por mi camino y seguía con mi carrera

Definitivamente ahora soy más consciente de mis verdaderas capacidades y estoy convencido de que la fuerza de voluntad puede mover montañas, o quizá hacer correr más de 4 kilómetros a una persona que se cansa corriendo 400 metros, como me pasó a mí. Definitivamente fue uno de los desafíos más grandes que se me han planteado en toda mi vida. Es cierto que requirió muchísimo sacrificio de mi parte como también mucha perseverancia en la preparación, pero al fin y al cabo, todo valió la pena. Pude hacer lo impensable, lo que cualquiera hubiera pensado que podría hacer, y con eso es con lo que me quedo de esta experiencia.



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